La incompetencia es tanto más dañina
cuanto mayor sea el poder del incompetente
Francisco Ayala
Por José Fonseca
Nunca ha lamentado quien esto escribe haber tenido razón cuando hace cinco años publicó un esperanzado artículo de que el nuevo Gobierno del Presidente López Obrador replicará la deplorable experiencia del “síndrome de las placas” que por más de cuatro años padeció el gobierno de CDMX. Me explico.
En 1997, al tomar posesión del gobierno del entonces Distrito Federal, el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, ordenó el relevo de los mandos de lo que era la Secretaría de Transporte y Vialidad, como es habitual en cada cambio de administración, pero permaneció en su puesto el personal experimentado para la operación de la dependencia.
Eso cambió en 2000, al llegar al gobierno del todavía Distrito Federal Andrés Manuel López Obrador, hoy Presidente de México, no sólo se relevó a los mandos de la Secretaría de Transporte y Vialidad, también se despidió al personal experimentado.
Al completarse el relevo, la ineficacia e incompetencia del nuevo personal, todos fiables militantes partidistas, empezó a reflejarse en la rutina diaria de la Setravi. Tareas como la inmediata entrega de placas para los autos nuevos adquiridos en las agencias automotrices se volvieron un calvario para los ciudadanos.
La espera por las nuevas placas se alargó semanas, meses y hasta más de medio año. En su lugar se entregaban tarjetones con número de placas con vigencia de tres meses. Si no se tenían las placas metálicas, se renovaba por otros tres meses la vigencia de los tarjetones.
Hasta que pasaron cuatro años y medio del gobierno lopezobradorista, o sea, hasta la segunda mitad de 2004, pasó la curva de aprendizaje del personal de Setravi. ¡Casi cinco años para hacer funcionar un sistema que cualquier aprendiz de contabilidad puede organizar!
Quien esto escribe tenía en mente aquella deplorable experiencia del daño que pueden provocar la incapacidad y la incompetencia. El temor era que el febril relevo de personal en el gobierno federal fuera a llevarse a cabo con el mismo criterio de hace 23 años, o sea, la lealtad partidista antes que capacidad y competencia profesional.
El estruendoso fracaso de la dupla Alcocer-López Gatell en la construcción de un nuevo sistema de salud es, probablemente, el mejor ejemplo de que el “síndrome de las placas” dañó la eficacia y la eficiencia de la administración del sector salud y el patético fracaso del intento de construir el que prometieron al Presidente López Obrador.
Quizá, como se dijo al inicio de la administración actual, detectaron corrupción en dependencia del sector salud, nada nuevo en la administración, pero en lugar de corregirla y castigarle, tomaron la decisión de iniciar la destrucción institucional del sector.
El resto es historia, la historia del gran fracaso del Gobierno lopezobradorista, al cual no le bastó la trágica de la pandemia, está en la breve existencia del INSABI, desparecido para cubrir las huellas de la incompetencia e ineficacia que casi destruye el sistema de salud pública de la República.
La pregunta pertinente sería: si en el sector salud de materializó el síndrome de las placas: ¿quién puede asegurar que no ha ocurrido lo mismo a lo largo y lo ancho del Gobierno de la República? ¿Acaso no se dijo en Palacio que la condición para ascensos del personal es 90 por ciento lealtad y por ciento experiencia?
En esas circunstancias, aunque Morena gane la Presidencia de la República, quien quiera que releve al Presidente López Obrador se verá forzado a revisar toda la administración para asegurarse que el nuevo Gobierno no pague los platos rotos por los daños causados por el “síndrome de las placas” en la estelar administración de “la revolución de las conciencias”