Por José Fonseca
Es una paradoja que las dos candidatas a la Presidencia durante los ocho meses y menos de dos semanas de campaña deberán resolver el desafío que, por distintas razones, representa para ambas el Poder del Presidente Andrés Manuel López Obrador.
La virtual candidata presidencial de Morena, la doctora Claudia Sheinbaum Pardo está obligada a realizar una gira que la llevará cuando menos a 120 ciudades de la República, en las cuales habrá de establecer relaciones con los grupos de interés locales y regionales y convencerles de que, si gana, desde el primer momento en que le coloquen la banda presidencial ella y sólo ella gobernará a México.
Todo tendrá que hacerlo al mismo tiempo que arma su equipo y concilia y reconcilia habrá de construir un liderazgo que, como el del Presidente López Obrador, sea capaz de contener a las fuerzas centrífugas que coexisten en esa olla de tamales que es Morena, de dulce, de chile y de manteca.
Quizá lo crucial será preguntarse cómo crear su propia narrativa, sabedora que no puede alejarse mucho de la del Presidente, cuya formidable figura de creador del Partido y eje de la revolución de las conciencias gravitará sobre la campaña y la Candidata y cómo garantizar continuidad con cambio a la sombra del nogal de la figura presidencial. Tarea casi o más formidable que ganar la elección.
Mientras, la virtual candidata opositora, la senadora Xóchitl Gálvez Ruiz, al tiempo que debe evitar que la descarrilen las fragilidades humanas que, la paja en el ojo ajeno, rechazan a los impresentables de los partidos y comprometerse con la amorfa y democrática ciudadanía, también debe confrontar al Presidente de la República con Poder más concentrado en los pasados cuarenta años.
Mientras la candidata oficial batalla con los cariñosos abrazos que amenazan con ahogarla, la senadora Gálvez Ruiz debe rechazar sin ofender a los puristas demócratas que, en estricto rigor, suelen olvidar que la política no es para los ángeles y las decisiones a tomar deben ser casuísticas, pero realistas.
Desde el pasado 12 de junio, cuando se hizo viral la imagen de la senadora tocando la puerta de Palacio para forzar el cumplimento del amparo que le daba derecho de réplica, ha sido para el inquilino de Palacio más incómoda e irritante que una piedra en el zapato y, por primera vez en el campo de las imágenes, el Presidente pareció momentáneamente perder el balance, lo suficiente como para convertir en figura nacional a quien hasta entonces era sólo una aspirante más al gobierno de CDMX.
Hoy es un hecho que, a pesar de las descalificaciones de los genuflexos cortesanos de Palacio, la figura de la senadora Gálvez le dio al oficialismo una sacudida similar a la sufrida la noche del 6 de junio de 2021, cuando el paseo al sol lo nubló la pérdida de la mayoría calificada en la Cámara de Diputados y la derrota en 9 de las 16 alcaldías de la Ciudad de México.
Sabe pues la candidata Xóchitl Gálvez que la consigna es clara: toda la maquinaria propagandística del Gobierno y del Partido Morena en contra suya y, sumado a las intemperancias de los ansiosos de colocarse en el tren de la otra Cargada, la cargada del oficialismo, su reto es consolidar un equipo compacto, establecer una coordinación que funcione como reloj y de rápida respuesta a las ofensivas que de todos los frentes lanzarán contra el Frente Amplio y su candidata.
Para ello tiene la coalición que solventar las nominaciones de candidatos para los más de 20 mil puestos que estarán juego en la elección con un mecanismo que, como en el pasado remoto, respete a las coaliciones locales y regionales y que cada postulación se competitiva.
Como se dijo al principio de estas líneas, tanto la doctora Claudia Sheinbaum Pardo como la senadora Xóchitl Gálvez Ruiz, están en el mismo dilema y para resolverlo están obligadas a hacer las preguntas correctas, si, como decían los abuelos quieren hacer huesos viejos.