México vive un momento crucial para consolidar un proyecto de país y una oportunidad histórica para sentar las bases de una industria moderna que impulse un crecimiento económico sostenido
Tendremos la elección concurrente más grande de nuestra historia; las y los mexicanos elegiremos a la persona que ocupará la Presidencia de la República, a las y los legisladores del Congreso Federal; asimismo, se votarán 8 gubernaturas y la jefatura de gobierno de la Ciudad de México, se renovarán 31 Congresos Locales y 1,803 Ayuntamientos, en total se elegirán 20,375 cargos de elección.
El momento económico que vive México es el más importante de las últimas tres décadas y la elección de este año va a definir en buena parte el destino de nuestra nación. Es una oportunidad histórica, quizá irrepetible en las próximas generaciones, pues las proyecciones sitúan a nuestro país con un potencial de crecimiento significativo por el tamaño de la población, la solidez económica, la fortaleza financiera, y la cercanía que tenemos con la economía más grande del mundo.
En los últimos tres años hemos experimentado un crecimiento sostenido y nos hemos posicionado entre las 12 principales economías del orbe; tan solo en 2023 los indicadores macroeconómicos que permiten evaluar la trayectoria económica de México superaron las previsiones de bancos y firmas de análisis, incluso mostraron un desempeño mejor al que esperaba la Secretaría de Hacienda y Crédito Público y el Banco de México.
Si bien será hasta el próximo 30 de enero cuando el INEGI dé a conocer la información preliminar sobre el comportamiento de la economía en el cuarto trimestre de 2023, los últimos datos disponibles prevén que el PIB tenga un crecimiento anual de 3.6%, mientras que la inflación, el tipo de cambio y el déficit comercial fueron menores a las estimaciones de los especialistas.
Por otra parte, la coyuntura internacional juega a nuestro favor, la producción se regionaliza y el nearshoring se acelera. Basta apuntar que el año pasado México se consolidó como el principal socio comercial de Estados Unidos, superando a China; la relocalización de empresas tomó fuerza y está impulsando el ánimo por invertir en el territorio nacional. Aunque hay dudas y cuestionamientos sobre este tema, la realidad muestra que la Inversión Extranjera Directa y la demanda de parques industriales va en aumento; sin embargo, el potencial de la relocalización de empresas no se está aprovechando al máximo, pues nuestro país únicamente recibe entre el 10 y el 20 por ciento de los flujos de inversión extranjera vinculados con el nearshoring, según Banco Base.
No hay que pasar por alto que el “momento mexicano” tiene fecha de caducidad. El próximo gobierno deberá trazar la ruta que seguirá nuestra planta productiva, definir las ventajas competitivas y los sectores con mayor proyección para generar un ecosistema que permita potenciar la industria y nuestro sector exportador; claro, sin perder de vista la estabilidad macroeconómica y las finanzas públicas sanas, que a la postre se han convertido en la carta de presentación con los inversionistas.
Uno de los grandes retos que afrontaremos es la disponibilidad de recursos, por ello es impostergable una reforma fiscal integral para solventar el gasto social y las necesidades de inversión en infraestructura carretera, aérea y portuaria, así como la conectividad digital en las 32 entidades federativas, sobre todo, garantizar la disponibilidad de energía renovable, recursos hídricos suficientes y mano de obra calificada.
Más allá del contexto económico, no hay que perder vista que también podemos tener en puerta una reforma al sistema de pensiones que puede reconfigurar el andamiaje financiero del gobierno mexicano y una reforma que podría transformar al Poder Judicial. Por esto y muchas cosas más, el 2024 será un año clave para México.