Con una inversión de 120 millones de dólares, el centro comenzó sus operaciones en febrero de 2020, justo antes del inicio de la pandemia. Este sitio se especializa en la producción de semillas de maíz bajo condiciones controladas, aprovechando la ubicación estratégica en medio del desierto para minimizar los costos energéticos y maximizar la eficiencia con la abundante luz solar.
El centro de Marana cuenta con una capacidad de investigación que supera las 2,800 hectáreas de invernaderos, lo que lo convierte en un pilar vital para la optimización genética y la producción sostenible de semillas, ya que las instalaciones interiores climatizadas permiten hasta cuatro ciclos de cultivo al año. Aquí, Bayer cultiva tanto maíz genéticamente modificado como maíz producido con genes nativos.
Edson Kemper, director general del centro, asegura que, en el caso del maíz modificado, cada genoma en el laboratorio tiene de 10,000 a 20,000 variables o características individuales, que al final se convierten en datos de ADN. “Aquí se identifican las semillas con la genética más adecuada para cada región productiva del mundo. La idea es obtener la mejor respuesta genética para optimizar el proceso de cultivo y ahorrar un año de trabajo en campo”, detalló.
Sin embargo, solo el maíz nativo que cultivan en Marana puede llegar a México, debido a las regulaciones estrictas sobre organismos genéticamente modificados (OGM).
México cierra la puerta al maíz transgénico
México, siendo el mayor consumidor de maíz a nivel mundial y un centro de origen y diversificación del maíz, ha mantenido una postura cautelosa frente a los OGM desde finales de los años ochenta. La comunidad científica y campesina del país argumenta que el maíz transgénico amenaza las tradiciones agrícolas y la identidad cultural mexicana.
En febrero de 2023, México promulgó un decreto que prohíbe el maíz transgénico en la producción de masa y tortillas, y el uso de maíz amarillo genéticamente modificado para consumo humano. Este decreto también estipula la eliminación gradual de su uso en alimentación animal, lo que ha generado preocupación en Estados Unidos sobre el impacto en el comercio bilateral y el avance en biotecnología.
Las audiencias para debatir las bases científicas de estas restricciones mexicanas se llevaron a cabo en la Ciudad de México, con una decisión final esperada para noviembre próximo. Según la Representación Comercial de la Casa Blanca (USTR), la comunidad científica ha confirmado la seguridad y los beneficios de los cultivos genéticamente modificados, respaldados por 110 premios Nobel.
En contraste, el gobierno mexicano defiende que su decreto busca proteger el medio ambiente, la biodiversidad y el patrimonio cultural, basándose en evidencias científicas que señalan riesgos potenciales para la salud y la biodiversidad. Se están realizando estudios específicos sobre el impacto del consumo de maíz transgénico en productos industriales y alimentarios.
Mientras tanto, el maíz genéticamente modificado en el centro de innovación de Bayer no puede llegar a México. “Me parece muy desafortunado porque creo que los agricultores mexicanos, al igual que los agricultores estadounidenses y que los agricultores brasileños, quieren tener éxito, y saben que la innovación les ayuda a tener éxito. Si se les permitiera utilizarla y la pusiéramos a su disposición, los agricultores la adoptarían muy rápidamente”, dice Bob Reiter, director de I+D en Bayer.
Juan Cortina Gallardo, presidente del Consejo Nacional Agropecuario (CNA), señala que en México nunca se ha permitido legalmente la siembra de maíz genéticamente modificado. «No es algo que nosotros como CNA estemos pidiendo. Tanto el maíz transgénico como los maíces híbridos y los maíces originarios de México pueden convivir en una agricultura moderna», afirma.
Cortina destaca que otros países, como Argentina y Brasil, están más abiertos a la biotecnología. «A los agricultores mexicanos se les debería proporcionar todas las herramientas necesarias para ser más competitivos y eficientes», reitera.
Asimismo, resaltó que las condiciones climáticas cambiantes en México, como la sequía y las altas temperaturas, hacen indispensable el uso de ciencia y tecnología para asegurar la producción alimentaria. «Espero que el tema del panel termine esta discusión en México, que para mi gusto ha sido hasta ahora innecesaria, y creo que ahí se van a tener las bases técnicas para hacerlo,» mencionó Cortina.
Para Bob Reiter, la comprensión y la confianza en la ciencia son cruciales. «Explicar por qué es científicamente incorrecto temer a los productos modificados genéticamente. Lo que parece ser más efectivo es tener un historial extenso de uso seguro de estos productos en otros lugares», señala.
Un mercado clave
A pesar de las limitaciones legales, México es uno de los diez principales mercados de Bayer. En 2020, la farmacéutica presentó Vitala, una tecnología desarrollada durante 30 años por investigadores mexicanos, que permite incrementar el número de plantas sembradas por hectárea y aumentar la producción en el mismo espacio de tierra disponible para el cultivo.
Las plantas de Vitala son de menor tamaño, pero mantienen el promedio de las mazorcas, lo que las hace más resistentes a vientos, lluvias y otros cambios climáticos, con un rendimiento hasta 30% superior en los sembradíos. Este programa, disponible en Sonora y Sinaloa, se apoya en la aplicación Field View de Bayer y la herramienta HydroBio, para monitorear el uso del agua en el cultivo.
Bob Reiter comparte que el desarrollo de un nuevo producto comercial puede costar más de 150 millones de euros, y descubrir y desarrollar un nuevo producto fitosanitario puede superar los 300 millones de euros. Sin embargo, la obtención de una nueva variedad de cultivo puede ser más económica, con costos de decenas de miles de euros para hortalizas y 100,000 para cultivos en hilera.
Durante el evento Innovation Update 2024 en Chicago, Frank Terhorst, líder global de Estrategia y Sustentabilidad de la División Crops Science de Bayer, indicó que la estrategia de la empresa se centra en enfrentar los desafíos globales de alimentación y sostenibilidad mediante innovación agrícola para producir 50% más en 2050.
Para lograrlo, Bayer prevé lanzar diez productos en los próximos diez años, con un potencial de ventas de más de 32,000 millones de euros. En 2023, su negocio agro facturó 23,000 millones de euros. Terhorst comentó que este reto se enmarca en la estrategia de agricultura regenerativa que Bayer impulsa, con el objetivo de producir más con menos.
Bayer está avanzando en la comercialización de maíz de baja estatura mediante mejoramiento convencional, junto con versiones biotecnológicas y editadas genéticamente. El plan contempla innovaciones en control de plagas, con desarrollos biotecnológicos para combatir insectos y gusanos que afectan los cultivos de maíz.
La empresa también explora alternativas al glifosato y desarrolla nuevas sustancias herbicidas para abordar preocupaciones ambientales y regulatorias. En el primer trimestre del año, Bayer reportó un beneficio neto de 2,000 millones de euros, una disminución del 8% interanual, con ventas globales que disminuyeron 0.6%, situándose en 13,800 millones de euros.
“Tenemos que asegurarnos de siempre estar mirando hacia adelante. No podemos perseguir cada idea que surge, sino hacer selecciones inteligentes que sean rentables para la empresa”, concluyó Reiter.