El CIIT representa una nueva era en el desarrollo del sur: no se trata de imponer una infraestructura, sino de construir una visión de futuro desde lo local, con rostro humano, y con bienestar social como principio
El Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec (CIIT) es mucho más que una obra de infraestructura; representa un parteaguas en la historia del sur-sureste mexicano. Esta iniciativa —que conecta los puertos de Salina Cruz (Oaxaca) y Coatzacoalcos (Veracruz) a través de una vía ferroviaria modernizada— ha puesto al centro de la conversación el desarrollo humano, la justicia social y la inclusión económica de una de las regiones con mayor riqueza cultural pero con rezagos históricos de infraestructura, servicios y empleo.
Bienestar social hoy: un cambio visible
El Istmo, hogar de más de 2.5 millones de habitantes, empieza a sentir los efectos positivos del CIIT en distintos frentes: el empleo e ingreso digno, pues en solo tres años, el proyecto ha generado más de 23,000 empleos, de los cuales más del 80% ha sido ocupado por trabajadores locales, incluyendo jóvenes, mujeres y personas de comunidades indígenas. La derrama económica ha dinamizado negocios regionales: desde pequeños proveedores de materiales hasta servicios de alimentación y hospedaje.
Pero la modernización del tren no ha llegado sola. A lo largo del trazo ferroviario se han rehabilitado caminos rurales, mejorado redes eléctricas, construido viviendas dignas y reactivado espacios públicos, elevando la calidad de vida en municipios como Juchitán, Matías Romero, Ciudad Ixtepec, San Juan Evangelista, Acayucan y Jáltipan.
Con una visión de futuro, el CIIT ha impulsado centros de capacitación técnica en coordinación con universidades locales y el CONALEP, formando una nueva generación de jóvenes preparados para insertarse en industrias relacionadas con logística, mantenimiento, comercio y tecnologías limpias.
Participación ciudadana: el alma del proyecto
Uno de los ejes estratégicos del CIIT ha sido la consulta e involucramiento directo de las comunidades. A través de asambleas, encuentros informativos y mesas de trabajo, los pobladores han contribuido a definir prioridades sociales y asegurar que el desarrollo no signifique desplazamiento, sino arraigo y bienestar local.
Los propios habitantes han organizado cooperativas, asociaciones productivas y esquemas de economía social para integrarse a las cadenas de valor que se gestan en torno a los Polos de Desarrollo para el Bienestar (PODEBIS). Esta participación activa está sentando las bases para un modelo de desarrollo más justo y participativo.
Proyección a futuro: una región con rostro nuevo
A largo plazo, el CIIT se proyecta como un catalizador del crecimiento regional con equidad social. Se estima que, para el año 2030:
- Se habrán creado más de 100 mil empleos directos e indirectos.
- El PIB regional crecerá entre 2 y 3 puntos porcentuales adicionales.
- Más de 500 mil personas saldrán de condiciones de pobreza gracias al desarrollo de infraestructura, inversión privada y programas sociales complementarios.
Además, con el impulso a industrias limpias, transporte eficiente y logística moderna, el Istmo se posicionará como un nodo estratégico entre Asia y América del Norte, pero sin perder su esencia ni comprometer su tejido comunitario.
Una visión de país desde lo local
El CIIT representa un nuevo paradigma en el desarrollo del sur: no se trata de imponer una infraestructura, sino de construir una visión de futuro desde lo local, con rostro humano, y con el bienestar social como principio rector.
Así, el Istmo de Tehuantepec, históricamente olvidado, se convierte hoy en símbolo de una transformación nacional que pone al centro a sus comunidades, su cultura y su gente.